El 23 de Julio de 1925, a bordo del vapor Principessa Giovana, arriba al puerto de Buenos Aires una joven pareja de recién casados, Rita Zorzi y Primo Mason, tienen 24 años y provienen de un lugar cercano a Venecia, Campo San Pietro, región del Veneto. Miran con esperanza la nueva tierra, dejando atrás años de guerra y angustias. A los pocos días, se trasladan a San Juan, allí los recibe el Sol y el Zonda, sus nuevos compañeros de vida. Primo Mason llega contratado por algunos paisanos; estos saben que, pese a su juventud, es un experto constructor de vasijas para vinos, desde barriles hasta enormes toneles de gran capacidad.
Comienza su trabajo fabricando sus propias herramientas, para luego transformar los troncos de robles traídos de Francia en arqueadas duelas, que entre los sunchos darán forma a un barril o en algunos de los tantos toneles que aún hoy, adorna alguna antigua bodega cuyana. Y es allí, donde el resultado del sudor de los viñateros, que con su trabajo diario lograron arrancarle al desierto las doradas uvas que transformadas en mostos, dormirán el sueño sagrado y mágico que despertará en vino.
Luego de varias lunas, la espera llega a su fin, es como la llegada de un hijo el nacimiento del vino nuevo y don Primo lo vive así, con un certero golpe en el espiche con su martillo de madera, hara brotar de su caja de pandora hecha barril, todos los aromas y los sabores que inunda la boca de los hombres desde hace siglos, ese vino alegrará las reuniones familiares, será el confidente mudo en una charla de amigos y el testigo cálido de un encuentro de amantes.
Don Primo Mason nos trajo de la vieja Europa toda la sabiduría ancestral del artesano, que construyó de la nada sus herramientas, con ellas sus barriles, abrió surcos en tierras vírgenes y cosecho las mieses que le brindó cada vendimia, y nos regalo ese legado de trabajo, amor por la tierra que los recibió. Con Doña Rita también cosechó hijos; la descendencia que hoy los recuerda en cada sorbo de un buen vino tinto o en la alegría que dan las burbujas de un espumante.
Con ese espíritu de trabajo emprendedor que nos inculcaron los viejos inmigrantes, hoy ponemos a disposición de todos aquellos, que valoran el esfuerzo y el tesón de los viñateros y bodegueros, que conservan y protegen con sus tradiciones esa herencia de hacer buenos vinos y poder compartirlos. Un lugar nuevo donde revivir esas antiguas costumbres.
Con la filosofía de brindar lo mejor, para que todos brinden con lo mejor, Buenos Aires y en especial el barrio de Belgrano cuenta con un trozo de esa viña y la bodega que nos dejaron nuestros mayores, por eso nace “Primo Mason Wines”… ¡Con el espíritu del buen vino!